domingo, 24 de enero de 2010

Evento literario: Crónica de una tarde de té con escones

Con un título que suena muy a la inglesa, vengo con nueva crónica. Esta vez, una mucho menos "teen" que la anterior. Esta vez, me puse seria (tanto como pude).

Hará más o menos un mes, quizás un poco más, me perdí uno de los eventos culturales más interesantes de mi ciudad (Buenos Aires, para los recién llegados al blog): La noche de las librerías. En resumidas cuentas, el nombre lo dice todo. Es una noche en la que las librerías de una de las principales avenidas permanecen abiertas hasta bien entrada la noche y se realizan actividades de todo tipo, como lecturas, firmas de libros, búsquedas del tesoro para los bajitos (y para lo altitos que se enganchen ;-) ), charlas y talleres, entre otras.
Y sí, me lo perdí por una "cena para despedir el año".

Entonces, caprichosa a más no poder, me dije que me haría mi propia salida cultural para saciar las ganas reprimidas que me habían quedado de la fallida.

Resulta que sí había un lugar al que quería ir desde hacía mucho:
Villa Ocampo.

Dice el sitio oficial del lugar: Villa Ocampo es la histórica casa de Victoria Ocampo en San Isidro, donde se reunieron los escritores, artistas e intelectuales más prestigiosos del siglo XX. El sitio pertenece hoy a la UNESCO. La casa está abierta al público para visitas y tiene una abundante programación cultural. UNESCO organiza en la casa actividades interdisciplinarias que fomentan un diálogo auténtico basado en el respeto de valores compartidos.


Llegamos un poquito tarde a la visita guiada -que comienza por los jardines de la casa-, pero lo primero que dijo el guía desde que lo empecé a escuchar fue lo que más me quedó de todo el viaje: Villa Ocampo vio nacer a muchos artistas. Muchos intelectuales pasaron y siguen pasando por el lugar. Escritores, editores, músicos, bailarines... en fin, de todo.
Ni bien entrás a Villa Ocampo te encontrás con uno de los jardines, a la izquierda después de una escultura ves un espacio de pasto bajo y perfectamente rectangular que -según nos cuentan- era una cancha de tenis. Recién después, empezás a vislumbrar la casita. El diminutivo es, por supuesto, un sarcasmo. La casa es enorme. Aunque lo primero que le ves es la espalda -porque está contruída teniendo como frente el río-, ya lo sabés. Es enorme.

Familia Ocampo: madre, padre y seis hermanas, de las cuales la primera y el última se destacaron en el mundo de la literatura y el arte. La mayor, Victoria Ocampo (escritora, editora, heredera de esta villa que la honra). La última, Silvina Ocampo (escritora y -lo pongo como dato curioso para que tengan una idea de con quiénes se relacionaban estas niñas adineradas- esposa del escritor Adolfo Bioy Casares).

Villa Ocampo era la casa de verano de la familia y todavía conserva el camino de piedra por el que, en aquella época, se llegaba hasta el río. Hoy en día, llegás hasta otra calle muy muy tranquila y silenciosa de San Isidro; pero la verdad que bajar por ese camino imaginándote a las hermanas corriendo por ahí es mágico sin importar a dónde llegues al final.

Más adelante, hay una fuente, justo delante de la entrada principal, frente a la cual también se ubican las mesas ya preparadas por si querés sentarte a tomar algo. Como bien dice el título, yo pedí té con escones. ¿Por qué? Porque eso era lo que -dicen- se tomaban los escritores siempre que se reunían en esta casa.

Lamentablemente, no se puede sacar fotos dentro de la casa, pero sí desde el balcón. Les cuento lo que no pueden ver por imágenes: lo primero, un comedor; una sala de estar (desde la que se ve hasta el tercer piso, en el que están las habitaciones de los trabajadores de la casa); una sala con un piano y un cuadro de Victoria en la que nos contaron lo rebelde y controversial que era ella. Hay un mini ascensor, y un salón con estantes de vidrio, la tienda (lo que me compré ya lo van a ver en el próximo IMM, ¿qué? ¿Pensaban que iba a venirme sin nada?)
Del otro lado, en la planta baja hay un bar, en el que colgaron fotos de todos los que pasaron por la casa, entre ellos Borges.

Arriba, está lo más interesante. Una biblioteca que ocupa dos paredes enteras, en la que no solo hay libros, sino también algunas fotos y dedicatorias. Arriba, también está la habitación de Victoria. A los pies de la cama tenía una especie de armarito pequeño y bajo de madera en el que guardaba sus libros de cabecera y que yo ya me quería estar trayendo pero una cuerda roja y mi ética interior me lo impidieron.

Lo bueno de subir al segundo piso -apate de que la escalera es preciosa- es que el guía se despide y te dejan caminando por donde vos quieras. Llega un momento en el que te sentís como en casa. Se respita un ambiente a hogar que, por suerte, no se perdió a pesar de los años.
Pasás la mano por las barandas del balcón y casi sentís que el viento del río te despeina y te enfría las mejillas. Aunque te lo estés imaginando. La casa no parece haber cambiado demasiado desde los veraneos de la familia.
Y después, espiar con el cuello torcido, los volúmenes de la biblioteca... Tiene un poco para todos los gustos y recordemos también que las niñas se educaron en casa, aprendiendo francés e inglés primero y recién después, español.

Por último, bajar de vuelta a la galería de la entrada y esperar tu té con escones. Todo es muy tranquilo. Hay un silencio constante, solo interrumpido por el murmullo de un nuevo grupo de visitantes que siguen a un guía ya cansado y te miran admirándote como si fueras parte del decorado (porque todavía no saben que ya a ellos también les llegará su turno de sentarse a merendar).
Dan ganas de tirarse bajo un árbol y ponerse a leer. Cualquier libro te tranporta desde tanta tranquilidad.
La casa fue construida en 1891 y aunque hay cosas que ya no están, muchas permanecen y vale la pena ir a rozarlas con la punta de los dedos, sacarles una foto, respirar el aire que las envuelve y luego compartir todo con alguna otra persona que sepa entender la verdadera importancia de mantener un lugar así. No es la casa. No es el dinero. No es el apellido. Es la esencia de lo que dejaron, de lo que fueron, de lo que son para la historia. De lo mucho que nos revuelven sus palabras.
¿Querés saber más sobre Villa Ocampo?

Fuentes: Imágenes, propias. Fragmente del sitio oficial.

2 comentarios:

Cele dijo...

¿Que hermosa entrada!, creeme si te digo que me emocione!!! La verdad es que la próxima vez que valla a Bs As (de seguro en la feria del libro) no voy a dudar en ir. Me encantó las palabras que usaste, la verdad muy linda tu crónica de un día hermoso y gracias por compartirlo!!!
Besos Cele

Rocío dijo...

Muchas gracias a vos, CELE! :)

Saludos,
Rocío.