martes, 16 de febrero de 2010

Pasando la palabra # 7: Bienvenida...

GEMMA NIETO
ENTREVISTA

En este, nuestro ya séptimo Pasando la Palabra, tengo el gusto de tener como invitada protagonista a la escritora española Gemma Nieto, quien hace poco publicó el thriller histórico El alfabeto sagrado con Temas de Hoy.

En realidad, ésta no es su primera novela escrita, pero sí la más difundida y con la que se nos presenta.

Gemma Nieto nació en 1971, es licenciada en Periodismo y realizó estudios de Marketing y Relaciones Públicas. Comenzó trabajando en semanarios, destacándose en la prensa escrita y, hoy en día, se ha decantado en exclusiva por su verdadera vocación: la narrativa.
Sean todos bienvenidos a este nuevo Pasando la Palabra...

Rocío: ¡Hola, Gemma! Te doy la bienvenida a EscrituraLandia. Muchísimas gracias por haber aceptado participar en este espacio. ¿Cómo estás?
Gemma: Gracias a ti, Rocío, por darme la oportunidad de que tus lectores puedan leer mis experiencias acerca del oficio de escribir.

R: Aunque algo ya sabemos por la sinopsis, ¿nos hablarías un poco más acerca de qué trata El alfabeto sagrado y con qué personajes nos vamos a encontrar en él?
G: El alfabeto sagrado es una novela de aventuras muy al estilo de Indiana Jones aunque cuenta con un importante trasfondo social. Sólo aquellos que sepan, y quieran, leer entre líneas se percatarán de que la inclusión en la trama de los mandeos no es sólo un artificio literario para dar mayor realismo a la obra; si no que se darán cuenta también de que, al margen de los elementos narrativos que aporta este grupo religioso, hay un elemento fundamental que he tratado de poner de relieve y es darlos a conocer porque están atravesando un momento en que necesitan de nuestra ayuda.
Los lectores encontrarán en la novela personajes entrañables de los que no querrán separarse como los tres sacerdotes mandeos, especialmente el más anciano de ellos; o el doctor Isaacc ben Shimon, al que se le toma un gran cariño; en el otro polo nos encontramos con el malvado Martin Crown, el director de una asociación arqueológica que usa métodos poco confesables para conseguir sus fines y a sus sicarios, dos hombres con malas artes. Y del protagonista, Victor Lavine, poco puedo decir, excepto que me enamoré de él mientras escribía la historia y… algunas lectoras me han confesado haberse enamorado también de él.

R: El alfabeto sagrado trata, justamente, el tema de un alfabeto capaz de mover montañas. ¿Te parece que ya, a partir de esa idea, hay una relación entre religión y literatura? Si es así, ¿nos vamos a encontrar con esta relación en el libro?
G: Has acertado plenamente. Creo que existe una relación muy estrecha entre religión y literatura. De hecho, si tomamos una Biblia cristiana y nos dirigimos hacia el Evangelio de San Juan, veremos que comienza su relato diciendo que “En el principio existía el Verbo (=palabra) y el Verbo estaba con Dios y el Verbo era Dios”. De alguna forma nos dice que Dios=Verbo construyó el mundo con palabras. Esta idea, que no es original del cristianismo (los mismos mandeos la tienen en su teología, y también la encontramos en los Vedas indios), nos lleva a pensar que las palabras constituyen el origen de las cosas, que las cosas existen (o se crean) al ser nombradas.
Sin embargo, aunque resulta una idea muy atrayente, no la he desarrollado en la novela. Lo que sí he pretendido poner de manifiesto es el poder que esas mismas palabras, el poder que sus sonidos tienen para modificar la realidad. Aunque en la novela lo he hecho de una forma que encaje con una aventura de mucha acción, en esencia se trata de algo muy básico que todos sabemos y es que, con las palabras pueden moverse montañas. Sólo hay que saber cuáles utilizar.

R: ¿Qué es lo que más te atrae de la cultura mandea y cómo llegaste a conocerla?
G: Lo que más me atrae de ellos es su concepción de la vida como algo sagrado. Realmente, en un mundo en que nada se respeta y todo puede transgredirse, los mandeos aportan un enorme granito de arena. Serían como una isla en el centro de un mar agitado. Para ellos la vida es sagrada hasta el punto de que tienen prohibido causar heridas a otros, portar armas… de hecho, en tiempos de Sadam Hussein pagaban un elevado impuesto al estado para evitar tener que hacer el servicio militar.
Otro punto incuestionable que me resulta muy atractivo de ellos es su humanidad. Si tuviera que resumir en muy pocos palabras quiénes son los mandeos, diría que son, en esencia, “buenas personas”.
Actualmente estoy al habla con un mandeo que vive en Holanda junto con su familia. Contactamos por pura casualidad y no nos conocemos de nada y, sin embargo, lo primero que hizo Ardwan fue ofrecerme su casa y la hospitalidad de toda su familia. Eso es algo que ya se ha perdido en España.
En cuanto a tu segunda pregunta, fue una verdadera casualidad que escribiera sobre los mandeos. Ya tenía montado el guión de la novela y perfilados los principales personajes, pero sentía que me faltaba algo: el trasfondo social. Yo quería que El alfabeto sagrado fuera una novela de aventuras para la mayoría de los lectores pero quería algo más: que para unos pocos, los que no se conforman con una lectura lineal, hubiera otra dimensión, una dimensión humanitaria. Y eso lo conseguí gracias a los mandeos.
Cuando me documenté para mi primera novela, me topé con ellos por primera vez pero no les di mayor importancia. Eran una secta que se originó unos cuantos siglos antes del cristianismo y que tuvieron a Juan el Bautista como un gran profeta. A pesar de su vinculación con el cristianismo, creí que eran un grupo religioso más entre los cientos que pululaban por la Jerusalén de principios de nuestra era. Craso error. Un par de años más tarde, una amiga mía me habló de ellos y de lo mal que lo estaban pasando a raíz de la guerra contra Irak.
-¿Pasando? –le pregunté yo- ¿Aún existen?
O sea, más de dos mil años de historia y una verdadera secta gnóstica que aún pervive a duras penas entre las tierras de Irán e Irak siendo masacrados por unos pocos y olvidados por la mayoría. Y pensé que era eso era lo que le faltaba a la novela: los mandeos.

R: ¿Cómo fue el proceso de recopilación de información para El alfabeto sagrado? ¿Sucedió desde antes de empezar a escribir o mientras lo hacías ya te ibas encontrando con la necesidad de investigar?
G: Lo primero de todo es la investigación. En novelas como la mía, con varias tramas entrelazadas y una historia que da giros, necesitas saber de antemano qué va a pasar y dónde van a estar los personajes y qué van a necesitar saber. Y, por lo tanto, tú tienes ya que saber todo eso. Por ese motivo, lo primero es documentarse. Después, a medida que vas escribiendo la novela, puede suceder que necesites profundizar más en algún aspecto en particular y eso puedes hacerlo sobre la marcha. Pero la mayor parte de la documentación ya la tienes en la cabeza antes de comenzar a escribir. Cuando comencé El alfabeto sagrado yo no conocía a los mandeos y para poder escribir sobre ellos tuve que leer mucho hasta que me sentí parte de su comunidad.

R: En porcentaje, ¿cuánto te parece que hay de realidad y cuánto de ficción en El alfabeto sagrado?
G: La novela es básicamente una obra de ficción. Quizá yo crearía un género nuevo (si es que no existe ya) para calificarla; sería algo así como “ficción realista”. Aunque es una obra inventada, todos los lugares de los que se habla en ella existen tal y como se describen. Cualquier lector que quiera visitar la Gruta de Juan el Bautista, o las ruinas de Amarna (en Egipto) verá que son tal y como se describen en la novela. Incluso, los ritos bautismales mandeos, su ropa ritual,… son tal cual podríamos verlos hoy cuando sus sacerdotes están oficiando. Sin embargo, los personajes son ficticios y la trama de la novela también pertenece a mi imaginación.

R: Hablando de tu documentación como autora, el lector, por su parte, ¿también debe contar con algún conocimiento previo para leer y entender El alfabeto sagrado?
G: En absoluto. Considero que el deber de un buen escritor es contar una historia a los lectores en la que ellos sólo tengan que sentarse y leer. Nada más… y nada menos, porque eso es lo más difícil. Como autor, mi trabajo consiste en contarle al lector parte de mi trabajo de documentación en los lugares adecuados y en las dosis exactas. No puedo aburrirle con datos ni quedarme escasa. En el primer caso, dejará de interesarle mi historia y, en el segundo no sabrá qué le estoy contando. Por eso, lo maravilloso de una historia es que el lector no se percate de que al tiempo que está entretenido con una novela, está aprendiendo.
Aquellos que ya se han leído El alfabeto sagrado han estado de acuerdo en que la documentación que ofrezco en la novela es suficiente para comprender la trama y a su vez, consideran que está inserta de tal modo que no entorpece el ritmo de la narración y que ayuda a la comprensión de la novela. Este, para mí, ha sido el mejor de los halagos.

R: ¿Mientras escribías El alfabeto sagrado, tuviste algún estereotipo de lector? A vos, como lectora, ¿qué te gusta leer?
G: Aunque muchos manuales sobre “cómo escribir” te recomiendan que mientras escribes no debes pensar en el lector… yo lo hago. Porque es, precisamente, el lector, la parte más importante de mi trabajo. Yo no escribo para mí, lo hago para ellos, para que ellos disfruten con mi trabajo. Y la única forma de escribir para ellos es… por supuesto, pensar en ellos.
No cuento con ningún estereotipo de lector porque intento que mi voz llegue a toda la gente interesada en la lectura pero sí es cierto que existe una clase especial de gente de la que me acuerdo muy a menudo. Verás, cuando iba a trabajar a la oficina, tardaba todos los días una hora en llegar y otra en volver a casa. Esas dos horas diarias las dedicaba a la lectura. Al igual que yo, mucha gente que utiliza el transporte público para llegar a su lugar de trabajo, emplea ese tiempo en leer. Lo cierto es que los minutos se pasan volando. Quizá, en cierto modo, haya pensado más en ellos que en otros lectores porque yo fui una de ellos y siempre agradecí el que hubiera buenos libros para leer.

R: ¿Qué dirías que es lo más importante en una historia y por qué? ¿Y qué es lo que más le valorás a un autor?
G: Que no tenga cabos sueltos. La trama puede gustarte o no; igualmente, la forma de escribir de un autor, los personajes… pero si la novela está bien trazada será una buena novela, independientemente de que nos guste o no. Porque ya se sabe: sobre gustos no hay nada escrito.
Veréis: a mí no me gustan las historias de terror. Me gustan otros muchos géneros, pero el terror puro y duro nunca me ha atraído. Sin embargo, como considero que para formarse como escritor hay que “beber” de todos los géneros, comencé a leer terror. Me inicié con Stephen King, todo un maestro del género. Y no pude parar hasta que no terminé toda su bibliografía conocida.
Continúan sin gustarme las historias de terror, pero no puedo por menos que quitarme el sombrero ante el genial King. Sus historias son perfectas, sus personajes son tan nítidos que casi puedes tocarlos, sientes el miedo en estado puro. Eso para mí es escribir bien, aunque el género no sea de tu agrado.

R: Ya hablamos de la documentación, generalmente anterior a la escritura, y pareciera como si la escritura misma fuera el último paso; así que te pregunto: ¿qué pasó una vez que terminaste de escribir El alfabeto sagrado? ¿Cómo fueron los procesos de edición/”corrección” y, finalmente, el de publicación?
G: Como bien dices, poner el “Fin” a una novela no es terminarla, sino que significa comenzar un nuevo proceso. Una vez que entregas tu libro a la editorial ya no es tuyo. Y eso es algo que tenemos que tener muy presente los autores. De pronto, tu obra se ha convertido en un producto, se han apartado los sentimentalismos y hay que valorarla como lo van a hacer los lectores que no te conocen de nada. Por eso hay que pulirla al máximo y encontrar todos los errores que se nos hayan pasado.
Esta etapa es la de corrección pura y dura. A veces se añaden nuevos personajes y capítulos, en ocasiones se quitan. Pero siempre teniendo en mente que el producto final sea el mejor posible. En mi caso, conté con la ayuda inestimable de mi editora, que me hizo ver los puntos débiles de la novela, todo aquello que debía corregir; pero también los fuertes, los que hubo que potenciar. Y también tuve dos extraordinarias correctoras que pulieron el lenguaje y, aunque no me corrigieron en demasía, su trabajo fue magnífico.
Después le llegó el turno a la maquetación. Como sabrán tus lectores, el texto ya corregido pasa a un diseñador gráfico que ajusta los márgenes y el tipo de letra al diseño deseado para su impresión. Aquí hay que volver a corregir de nuevo el texto porque alguien puede haber cometido un error. Una vez hecho esto, el documento se convierte en pdf y, finalmente, se imprime.
Para un autor es innegable que la peor parte es esta última, porque es la más aburrida y la que menos creatividad requiere. Pero no podemos olvidar que es un paso fundamental en el que debemos estar presentes. Cualquier error que pueda pasársele a los demás profesionales, tenemos que ser capaces de verlo nosotros porque, al final, el lector va a achacar ese error al autor.
Después, cuando tienes en tus manos el libro ya impreso, la sensación de tranquilidad que te embarga es indescriptible. Entonces sabes que ya puedes cerrar esa historia y comenzar a escribir otra.

R: Sé que hiciste un gran cambio en tu vida para hacerle un espacio en ella a la escritura. ¿Podés contarnos cómo fue ese proceso? Que ganaste, seguro; pero ¿pensás que perdiste algo también con este cambio?
G: Con cada cambio que realizamos en nuestra vida siempre perdemos y siempre ganamos. Lo importante es que mantengamos un equilibrio o que, en el mejor de los casos, seamos capaces de reducir las pérdidas e incrementar las ganancias.
Yo he sufrido grandes pérdidas al decantarme por la escritura, he elegido la vida bohemia de un escritor antes que un trabajo estable bien remunerado. He preferido la incertidumbre del futuro a un camino perfectamente trazado. Pero para mí ha sido una elección acertada, quizá a otros les horrorice. Por eso, sea cual sea el camino que deseemos tomar para nuestras vidas, lo importante es que sea el nuestro. De nada sirve copiar la vida de nuestro feliz vecino: puede que a él le haga muy feliz y a nosotros nos conduzca a la infelicidad.

R: Ya desde antes de llegar al punto en que decidiste dedicarte a la escritura, ¿sentías una inclinación hacia este arte?
G: Desde pequeña sentí verdadera vocación por escribir. Soñaba con hacerme mayor muy deprisa para poder comenzar a narrar aventuras. Consideraba que, hasta que no se han vivido ciertas experiencias y se han cumplido algunos años, no estaría preparada para escribir con cierta soltura y credibilidad. De hecho, me licencié en Periodismo por ese mismo motivo. Al final de mi camino sólo veía que en la meta ponía: escritora. Y yo tenía que llegar a esa meta. Y llegué. Fue difícil, a veces pensé en rendirme… pero había una frase que me repetía constantemente: ¿te gustaría llegar a los 80 años y pensar “qué habría pasado si lo hubiera intentado”? Así que lo intenté, con todas las consecuencias. Aún hoy me encuentro en el camino, todavía no he llegado a considerarme a mí misma como escritora. Aunque otros me lo llaman, me miro y me pregunto “¿de verdad lo soy?” Y quiero creer que sí, pero sé que aún me queda mucho camino por andar antes de que yo misma pueda mirarme a un espejo y llamarme a mí misma “novelista”.

R: Si hoy en día no fueras escritora, ¿a qué te dedicarías?
G: Cuando tenía 14 o 15 años y tuve que decidir qué camino tomar en mis estudios me decanté por la medicina. Si no me quedaba más remedio que olvidarme, de momento, de mi pasión por la escritura, y tenía que pensar en un trabajo estable, prefería ser psiquiatra o neuróloga. La complejidad del cerebro humano es algo que siempre me ha atraído, ni mucho menos al mismo nivel que la escritura, pero era una opción bastante aceptable. Sin embargo, tras un par de años de dedicarme a las ciencias puras, me percaté de que aquello no era lo mío. Mis inclinaciones me llevaban más hacia la filosofía, la literatura,… así que me decanté por el Periodismo.
Si no hubiera podido dedicarme a escribir, me habría dado igual desempeñar un oficio u otro. Cualquiera de ellos era una forma de ganarme la vida, la escritura era, para mí, la vida misma.

R: Escribir una novela histórica, es decir, basada en una situación real no debe ser nada fácil. Quizás porque la historia pone ciertos límites. ¿Te parece que es así o, por el contrario, todo el proceso de documentación te dio muchas más opciones?
G: Aunque parezca extraño, el proceso de documentación te proporciona un sinnúmero de enigmas que plantear en la novela y después, ese mismo proceso de investigación, te ofrecía las respuestas. Era algo mágico y misterioso. Supongo que habrás oído en multitud de ocasiones la frase de que “la realidad supera la ficción”. Pues puedo afirmar que es cierto. En ocasiones no me ajusté a la realidad de los hechos históricos porque encajaban tan bien con la trama de mi novela que le restaba credibilidad. Esto es, tuve que limitar la realidad porque parecía ficción para, a su vez, crear una historia de ficción con mucha realidad.

R: ¿Cuál es tu principal fuente de inspiración? ¿Hay otras secundarias?
G: La lectura, la música, las películas, la gente que pasea por la calle… si lo miras todo con ojos de observador, en cada lugar encontrarás algo que te gusta para llevar a tu próxima novela: un señor que pasea a su perro y los dos tienen el rostro parecido, una frase cargada de emociones en una novela mediocre, el tañir de una guitarra en un concierto, el eco lejano del viento… yo siempre tengo todos mis sentidos alerta, incluso cuando no los tengo alerta, están alerta. Quiero decir que, aunque esté con mis amigos tomando un café, totalmente relajada, si algo cruza mi campo de visión de tal forma que acapara mi atención, ese algo seguro que formará parte de mi siguiente historia. Creo que la inspiración está en todos los sitios, lo único que tenemos que cambiar es la forma de “ver” las cosas.

R: Mi pregunta de todo Pasando la Palabra: ¿cuál creés que es tu marca registrada? ¿En qué te parece que te diferenciás del resto de los escritores?
G: Esta es la pregunta más difícil que me han hecho y no sé si seré capaz de contestarla aunque, en cualquier caso, pienso que deberíamos de hacérsela a los lectores.
Desde mi perspectiva personal, he intentado ser una persona íntegra. Quería contar historias de ficción que fuesen de verdad. Pero quería llegar al mayor número posible de lectores, por eso mi lenguaje es correcto y concreto pero no elitista; pretendía escribir historias interesantes que todo el mundo comprendiera, por eso la trama es compleja. Pero no tan compleja que nos aburriera.
Puedo asegurar que he leído mucho y que, por encima de escritora, soy una lectora empedernida. Y, como lectora sé qué libros me gustan: las historias bien trazadas, sin cabos sueltos, con personajes creíbles y una prosa definida. Quiero un buen libro, para soñar, para olvidarme de mis preocupaciones cotidianas y, sobre todo, porque defiendo un ocio de calidad: pudiendo leer un buen libro no quiero leer un libro mediocre.
Fijándome en lo que a mí me gustaría encontrar en una novela cuando abro su tapa por primera vez, he pretendido hacer todo eso por otros lectores que sienten la literatura como yo.
Y esta pregunta es como un círculo, vuelve a los lectores porque son ellos, en definitiva, los que tienen la última palabra para decidir si lo que yo creo que me diferencia de otros escritores es lo que en realidad me diferencia.

R: Leí algo en tu blog que me gustó muchísimo en una entrada a la que titulaste Cómo y por qué escribí El alfabeto sagrado. Si me permitís, voy a copiarlo para los que estén leyendo esta entrevista. Lectores colegas, presten atención, porque esto está realmente bueno:

"Cuando estoy inmersa en la redacción de una novela me sucede que vivo dos vidas, la mía propia y la otra, la que estoy inventando. Y aunque parezca fácil separarlas, en mi mente no lo es. Escribiendo me olvido de mí y me centro en mis creaciones y estoy tan inmersa en la narración que formo parte de ella hasta el punto de que me absorbe y ya no vivo mi vida, sino la de los personajes que pueblan la obra. Es difícil describirlo, y aunque muy diferente a cualquier otra vivencia, resulta curioso sentir que tienes el poder de cambiar la historia y al mismo tiempo la historia te está cambiando a ti. Es entonces cuando me pregunto, "¿quién crea? Yo, o la historia". Porque puedo aseguraros que en un punto de la narración, la novela cobra vida y dirige sus propios designios y tú sólo puedes escribir lo que ella te dicta."
Me encantó porque no solo describiste algo muy difícil de explicar, sino también porque nos hablás de algo que es justamente lo que querés transmitirnos con tu novela: el poder de las palabras. Y con esto de la doble vida, se me ocurre preguntarte: una vez terminada una obra, ¿cómo hacés para, digamos, separarte de ella, a pesar de estar tan ligada? ¿Con una nueva historia, tal vez?
G: En realidad, la historia te persigue. Aunque tú hayas escrito “Fin”, los personajes continúan acosándote porque tienen más cosas que contarte para que tú, a su vez, se las cuentes a los lectores. Son como pequeños seres en tu cabeza que no quieren dejar de existir y necesitan de ti para continuar viviendo. A ti mismo, como autor, te da realmente mucha pena poner el punto final a una novela porque, al estarla viviendo junto a los personajes, es como si pasaras página en tu vida para comenzar algo nuevo. Sería algo parecido a tener que cambiar de ciudad y de amigos para iniciar una nueva etapa en tu camino. Parece algo de ciencia ficción, pero cualquiera de tus lectores que también escriba lo comprenderá. Formas parte de esa historia que has inventado y necesitas tiempo para distanciarte de ella hasta conseguir que los personajes se vayan haciendo borrosos en tu memoria al tiempo que comienzas a inventar otros nuevos para una historia diferente.

R: Ahora que publicaste tu primera novela, ¿ya estás en algún otro proyecto de escritura del cual nos puedas adelantar algo?
G: Conseguí olvidarme de El alfabeto sagrado cuando empecé a tener nuevas ideas para mi siguiente novela. Todavía no la he comenzado, pero ya sé dónde se desarrollará la trama y qué es lo que quiero contar. Continuaré con mucha aventura, grandes dosis de acción e intentaré integrar una parte de la historia que nos pertenece a todos como humanidad. Mi reto es responder a la pregunta “¿De dónde venimos?”y convertirla en una novela de aventuras.

R: El alfabeto sagrado está publicado por Temas de Hoy en España. ¿Hay alguna intención de que llegue a otras partes del mundo?
G: Por un lado, mis agentes internacionales han comenzado a ofrecer la novela en otras lenguas para su traducción. Aún no he tenido noticias de ellos aunque sí me han confirmado que algunos países se muestran muy interesados.
De parte de mi editorial me han asegurado que tienen intención de ponerlo a la venta en Suramérica pero no me han dado ninguna fecha concreta, por lo que no puedo adelantar nada todavía. En cuanto disponga de una fecha segura, lo publicaré en mi blog porque tanto directamente al site como a mi perfil en Facebook me han llegado muchas solicitudes desde el otro lado del Atlántico. Nada me haría más ilusión que pudiera venderse allí.

R: Y para terminar, algo de entrevista inversa... ¿Tenés alguna pregunta que siempre quisiste que te hagan (ya sea sobre escritura o, en particular, sobre El alfabeto sagrado) y nunca te hicieron? ¿Y, por supuesto, cuál sería la respuesta?
G: No tengo respuesta, pero la pregunta es “¿qué hace que una persona normal con un futuro estable lo deje todo y apueste por un sueño sin la seguridad de conseguirlo?”. Es una pregunta que me he hecho muchas veces y cada vez que me la repito acude a mi mente una respuesta diferente. Si alguno de tus lectores-escritores se la ha formulado alguna vez y ha encontrado la respuesta, le ruego que nos lo haga saber.

R: Ahora sí, haciendo honor al título de esta sección de EscrituraLandia dedicada a las entrevistas, te paso la palabra libremente. Podés decirle lo que quieras a los lectores del blog. ¿Cuál sería tu mensaje y/o consejo para nosotros, escritores que comenzamos este camino de la escritura?
G: Paciencia, tesón y humildad. Son las tres cualidades que van a necesitar para labrarse un camino firme en esto de la escritura. Verán que libros peor escritos que el suyo alcanzan fama mundial y son reconocidos best-sellers. No importa, eso ocurre siempre. Verán que les critican críticos que, en realidad, son escritores frustrados y sus comentarios son destructivos. No importa, esto también sucede. Verán que se les cierran muchas puertas. No importa, con paciencia y tesón siempre se abrirá una ventana.
Paciencia y tesón. Por aquí se dice que “el Escorial no se construyó en dos días”. En realidad pretenden decir que todo aquello que merece la pena se hace difícil de conseguir. Y, si la literatura es tan importante para vosotros como lo es para mí, seguro que os costará haceros un nombre en este sector pero, el día que lo consigáis, os daréis cuenta de que habrá merecido la pena.
Y humildad. Humildad para escuchar las críticas y aprender de ellas. Sólo gracias a un espíritu humilde conseguiréis que vuestra prosa mejore; porque un escritor no se hace con una sola novela.
Suerte a todos los que decidáis emprender esta aventura. Os auguro muchas cosas maravillosas en vuestro nuevo y difícil camino.

Para finalizar, me gustaría dar las gracias a Rocío, de Escrituralandia, por permitirme formar parte de su blog y espero, de todo corazón, que sus lectores disfruten con la lectura de El alfabeto sagrado tanto como yo disfruté mientras lo escribía.
Y, por favor Rocío no dejes de aconsejarnos nuevas lecturas con las que podamos disfrutar, soñar y ampliar nuestros horizontes.
Con cariño.
Gemma Nieto.

R: Gracias por todo a vos, Gemma. Tus respuestas fueron un gran aporte para el blog y, en especial, para mí. Espero que también para quienes están leyendo esto.
Hasta siempre.

1 comentario:

JMH dijo...

Hola Rocío!!!
Estuvo MUY BUENO este PLP!!! Me encantó!! largo, pero interesante!
Aumenta las ganas de leer el libro!!
Empecemos a rogar que llegue a Argentina...

Saludos!!
JMH